Una mansión de ensueño en la que fue rodada Scarface se acaba de vender… después de una rebaja del 66 por ciento.
A Michelle Pfeifer le temblaron las rodillas, sólo un momento, mientras le abrían la puerta de la mansión, estaba a un paso de cumplir uno de sus sueños, aquel que nació el primer día que oyó hablar de otra mujer bien distinta a ella: Michelle Pfeiffer. Esa “F” de más, del apellido de la afamada actriz, le había dado más de un disgusto desde que se empeñaran en la escuela en decirle que el suyo estaba mal escrito, una vez, ya en el instituto, incluso se atrevió a reclamarle a sus padres porque no sabían ortografía. Ahora todo eso parecía una preparación para el momento cumbre, este, en el que habría de conseguir la meta que tantos años le había robado el sueño.
No tenía su familia nada que ver, tampoco, con la empresa Pfeifer, una compañía muy conocida en Europa, expertos en todo tipo de aplicaciones del cable de acero y elementos de elevación. Absorta en sus pensamientos, no escuchó al vendedor de la Mansión hablar de su construcción en 1906, promovida por James Waldron Gillespie y proyectada por el polifacético arquitecto Bertram Goodhue, capaz de diseñar el Rockefeller Memorial Center, las tipografías denominadas Cheltenham y Merrymount o publicar una revista de arte trimestral, entre otros ardides.
Se deleitó con el mural cerámico en la entrada, que representa una fiesta en el Fureidis (nombre de la finca que significa “Paraíso Tropical”) donde los personajes están engalanados con trajes típicos. Trasladándose sobre el pavimento de mármol blanco (de Carrara, supuso) entraron en la sala principal, cuya luminosidad la dejó momentáneamente cegada, lo que no impidió que disfrutara del pavimento clásico de madera y las columnas con capiteles romanos. Daban un toque irreal las dos lámparas de hierro que colgaban desafiantes de la enorme claraboya central y, por supuesto, el piano que, abierto, esperaba pacientemente que alguien lo utilizara.
En una esquina, el vendedor les enseñó a Claudia y al otro pujante (sólo quedaban dos personas en la disputa) lo que se llama la Sala de Conversaciones, un receptáculo de estilo bizantino al que se accede mediante la bajada de cuatro escalones, también de mármol blanco, y cuyo éxito está en la cúpula adornada con pan de oro de 24 quilates basada en la de la Arcibasilica Papale di San Giovanni in Laterano en Roma. Se denomina pan de oro a las finas láminas de oro que se utilizan para recubrir objetos, mobiliarios y superficies en arquitectura, obviamente, es la maleabilidad (propiedad de conseguir grosores muy finos sin que se rompa el material) la que permite este tipo de acabado.
Recordó Pfeifer (que no Pfeiffer) que la vivienda había salido a la venta el pasado 2014 a un precio de 35 millones de dólares (32,5 millones de euros), pero su propietario, un multimillonario ruso, habría bajado sus pretensiones a lo largo del 2015 (año en curso) y actualmente pedía 18 millones (16,7 de euros). Segura de que la cifra habría de bajar un poco más aún, tenía la esperanza de que su contrincante se desmotivara. La mansión, situada en un lujoso barrio de Santa Bárbara en California, tiene unos 40.500 metros cuadrados de superficie, en los que se incluyen los 930 de la construcción, con un estilo marcadamente Mediterráneo.
Pasaron por la sala de estar, que mantiene un estilo sobrio y acogedor con tonos pastel en las paredes, sofás blancos y muebles clásicos, incluye una chimenea que no es difícil imaginar en pleno uso. Desde él se accede al patio interior, al cual se accede desde cualquier cuarto de la planta baja, este patio hace honor a los antiguos atrios romanos y ubica en cada esquina elementos florales. El comedor es otro de los habitáculos más espectaculares de la casa, con planta rectangular posee un techo en forma de bóveda con simpáticas pinturas que rememoran la conquista de Persépolis por Alejandro Magno.
Del comedor fueron a la cocina, remodelada hace poco para las delicias de los aficionados a lo culinario, con una alargada isla que hace juego con el resto de la casa: en mármol blanco. El mármol es una piedra de fácil pulido y de bellísima fractura, pero, aunque soporta altas temperaturas, se puede quemar si colocas directamente los calderos en su superficie, también son sensibles a los ácidos, que dejan marcas de difícil desaparición, por lo tanto, no son aconsejables en la cocina.
El banquero de inversión, cuya sede está en Houston, preguntó sobre la historia de la Mansión, y fue como si el guía encontrara la luz. Habló efusivamente de la boda de Charles Chaplin y Oona O’Neill, celebrada allí en 1.943, de cuando se hospedaron John F. Kennedy y su nueva esposa Jackie Kennedy en 1.953, para celebrar parte de su luna de miel. Pero sobretodo, escenificó ardorosamente la película rodada en el patio y los jardines de la mansión en 1.983, “Scarface”, en la que un mafioso cubano exiliado por Fidel Castro, comete todo tipo de fechorías (director Brian De Palma, escrita por Oliver Stone, artistas Al Pacino, Michelle Pfeiffer y Steve Bauer), todo un clásico que, parece ser, le apasionaba demasiado.
Después de tanta aventura, el orientador parecía aburrido enseñando los cuatro dormitorios del complejo. El principal con acceso privado a las fuentes al aire libre y a los fantásticos jardines, con su propia chimenea y gran baño recién remodelado. El segundo dormitorio con balcón y acceso a la terraza, el tercero con vistas exclusivas de la propiedad y el cuarto, enorme, con acceso a la cocina por la escalera de atrás, y a la terraza. Todos los cuartos habían sido reformados recientemente.
Si hubo dos sitios a los que Michelle prestó especial atención, fueron la biblioteca, con baño privado y acceso al patio trasero, un lugar increíble donde trabajar, leer tranquilamente los días de invierno (con la chimenea en funcionamiento, claro) o tratar los más variados asuntos domésticos y culturales y la azotea, con vistas en trecientos sesenta grados de toda la propiedad, el Océano Pacífico y las islas del Canal, un sitio perfecto para atender sus reuniones sociales o donde pasar un fantástico verano.
En el exterior, amplias zonas ajardinadas con árboles centenarios en derredor, con varios tipos de palmeras (dando un aire tropical) regadas en toda la finca, con una gran piscina que se alarga por varios canales, con las fuentes necesarias y estatuas de diversa índole, todo con una configuración pensada para el ocio y el disfrute de los propietarios y sus invitados. Se acercaba el momento final, la puja debía terminar allí y ahora, pisando los ladrillos de terracota del patio exterior. El banquero y ella se miraron desafiantes y, sin previo aviso, comenzó la guerra de precios.
Al final, el inversor se llevó la propiedad por 12,2 millones de dólares (11,36 millones de euros), a los que Michelle no pudo llegar, ella esperaba que la propiedad no subiera de los diez millones. Se despidió con prisa, sabiendo que los sueños no siempre se cumplen… al menos no siempre a la primera, “ya habrán otras ocasiones”, pensó, y, mirando atrás cuando salía de la finca, esbozó en susurros un amenazador: “Volveré”.