Dior abre en Miami una boutique para mujeres, un elegante edificio que respira elegancia por dentro y por fuera.

“¿Y qué hacemos contigo?”, exclamó la esteticista, demasiado alto, con cara de fastidio, como si le hubieran quitado un premio. Ruth no pudo evitar encogerse un poco, tal vez, después de todo, rompieran el contrato y no pudiera desfilar, sinceramente ya no sabía si sería un problema o una solución, era mucho el trabajo y, aunque lo ganara bien, no estaba tan acostumbrada como las otras modelos. “No te aflijas”, la tranquilizó la profesional del maquillaje, “eres demasiado bonita para arrugarte con tu edad”.

Hacía sólo un mes, paseando por el Miami Design District en Florida, había descubierto un nuevo edificio, ya terminado, cuya apertura estaba muy próxima. Se trataba de la nueva boutique de Dior, el segundo complejo de la marca en la zona desde que en el año 2.012 abriera el Dior Homme, claro que éste estaba destinado exclusivamente a la mujer. Se trataba de un hermoso y coqueto edificio con una fachada nada convencional. A sus dieciséis años Ruth no tuvo reparos en pararse frente a él y estudiarlo con detenimiento.

Casi sin darse cuenta un hombre, joven también, aunque mucho mayor que ella, se situó a su lado. “La fachada fue diseñada por el estudio de arquitectura Barbarito Bancel y está compuesta por paneles de hormigón prefabricados ex-profeso para ella, estos paneles conforman una bonita y duradera envolvente que protege al interior y, además, simulan el movimiento de un vestido de inspiración japonesa que se utilizó en la colección primavera/verano del año 2.007”. Hablaron con mucha naturalidad, y muy pronto el desconocido se ganó la confianza de Ruth, que era recelosa por naturaleza.

Le explicó que la estrella que se sitúa en el borde superior de la edificación es en conmemoración de la suerte de la que ha hecho gala el señor Dior, símbolo que se puede ver en las nuevas boutiques como la de Tokio, Seúl o Corea. “Tenemos previsto inaugurarla el 18 de marzo, ¿quieres que te la enseñe?”, la muchacha se quedó perpleja, ya decía que el amable desconocido tenía mucha información sobre la marca, claro… ¡trabajaba (de algún modo) para ella! Aceptó la invitación.

Peter Marino (el diseñador de interiores) se inspiró esta vez en el Flagship Store de la avenida Montaigne de París diseñada por él mismo. “Te voy a pedir perdón por las molestias que te ocasionen los operarios pero estamos ultimando los detalles, colocando las obras de arte, haciendo las pruebas de luz, etc…”, la chica no dijo nada pero pensó: “¿En serio me ha pedido perdón?”. Ciertamente había un enorme trajín de personas, pero casi no se estorbaban las unas a las otras, era una coreografía cuasi perfecta, a Ruth le divirtió mucho.

El edificio estaba compuesto por tres plantas, el primer piso dedicado a los diferentes accesorios de la firma, bolsos, joyería y relojes. “Como siempre Dior ha contado con artistas contemporáneos de calidad para adornar y embellecer toda la boutique”, explicó el anfitrión, “aquí puedes ver el famoso banco de aluminio ·Five· de Terence Main, toda una obra de arte recurrente para Marino”, le enseñó también la famosa lámpara de Veronique Rivemale en el salón dedicado a relojería y joyería.

La pared de la caja de escalera estaba ocupada por una enorme proyección de video arte de Yorame Mevorach Oyoram, nunca había visto nada igual. Le gustó mucho, y así se lo dijo a su acompañante, la fantástica escalera de losa quebrada (donde la base sigue la misma forma que sus peldaños), con pasos de piedra color crema, una barandilla que se apoyaba en cristales desde el tercer peldaño y, sobretodo, el detalle de franquear la escalera con espejos, haciendo que ésta desapareciera de la vista cuando cambiaba de dirección.

El artista Fredrikson Stallard estaba presente con dos notables contribuciones, la primera una consola ·Crush· cerca de la entrada del ascensor y la segunda un espejo ·Hurricane·. La segunda planta del edificio tenía como estrella principal el salón prêt-à-Porter equipado con zona de estar. “El increíble Sebastian Brajkovic nos deleita con una de sus famosas mesas, Guillaume Piéchaud con sus sillas ·talon de aiguille· y nos podemos sentar elegantemente gracias a los taburetes ·Bishop· de India Mahdavi”, la voz del interlocutor vibraba con cariño, Ruth no pudo evitar sentir empatía.

En el tercer piso se ubica un exclusivo salón VIP, como no podía ser de otra forma lo mejor siempre se guarda para la cima. Allí han creado una coqueta terraza con jardín que hará las delicias de los clientes e invitados. “Estamos esperando la llegada de la escultura ·Mylar· de Larry Bell, los taburetes de Franck Evennou ·Coque·, la mesa ·La table qui marche· de Roland Mellan y la genial consola ·Riflesso· de la fallecida Charlotte Perriand para la sala VIP”, de nuevo el timbre en la voz del emisor inspiraba ternura.

En la terraza había, en ese momento, varias personas en una mesa, por los trajes y la forma de hablar se dio cuenta rápidamente que no eran operarios, tal vez, serían los responsables del edificio. Raúl, así se llamaba el anfitrión, se acercó hasta ellos y, señalando les dijo algo que no pudo entender, resultó que era un fotógrafo de la firma Dior y había visto en ella algo que le gustaba. Por lo visto, sus jefes también vieron algo y, previa llamada a sus padres, la invitaron a ser modelo con un contrato de dos años.

Más tarde, Raúl le confesaría que, al verla frente al edificio, circunspecta, supo que había nacido para ser modelo, luego, al tratarla, lo habría confirmado. Tenía el temple y la personalidad necesaria. Ya la imaginaba en los catálogos de Dior o en las pasarelas de la firma, como la que estaban preparando para el 31 de Mayo en el Palacio de Blenheim, en el que habían celebrado desfiles en 1.954 y 1.958 y que era muy popular por ser el lugar de nacimiento de Winston Churchill entre otras muchas cosas.

Aún hoy, mientras la esteticista la miraba absorta, no salía de su asombro, para ella no sería raro que su carrera como modelo acabara antes de empezar. “¿Qué hago contigo?”, volvió a repetir la profesional, “eres tan bella que me haces demasiado fácil mi trabajo”, sonrió, al ver los colores que le había sacado a la joven, “ahora sí tengo algo que hacer” y se puso manos a la obra.